El nuevo papel de los sindicatos

Hace sólo unos días se celebró un año más el día del Trabajador. Y fue eso: uno más. Manifestaciones a las que cada vez acude menos gente, en la tele el mismo discurso de siempre con la voz de los de cada año...

Por mucho que algunos se empeñen en defender lo contrario para defender su trono, lo cierto es que la distancia entre el trabajador y sus representantes es cada vez mayor: menor número de afiliación, menor poder de convocatoria, peor imagen social... Parece que nos hemos olvidado de todo lo que consiguieron los sindicatos hace sólo unas pocas décadas en este país. Tal vez el problema es que los que vivieron aquella época ya se ha jubilado o están cerca de hacerlo y los que venimos detrás hemos tenido, a menudo, una experiencia muy diferente. 

Los sindicatos no están de moda. A los delegados sindicales se les asocian un montón de tópicos muy destructivos e infundados: "se meten en el sindicalismo para vivir bien", "lo hace para estar protegido si lo quieren echar" o "otro a chupar del bote". Es obvio que, como en cualquier colectivo, hay gente buena y mala, profesionales y no profesionales, trabajadores y no trabajadores.

Ser un delegado sindical de convicción es uno de los trabajos más sacrificados y desagradecidos que conozco. En mi experiencia, he visto como delegados sindicales que habían peleado mucho por una mejora para un compañero, eran criticados a posteriori sin recibir ningún tipo de agradecimiento. Los buenos delegados sindicales no sólo defienden al trabajador, sino que al hacerlo, normalmente, también benefician a la compañía. Lo cierto es que creo que para ser un buen delegado sindical, tienes que tener una pasta especial.

¿Entonces por qué ese desapego con nuestros representantes? ¿cuáles son los errores que me he encontrado en muchas ocasiones?

  1. Siguen trabajando de la misma manera que hace 40 años.
  2. Venden a sus afiliados la oposición frontal a las propuestas de la empresa, no negocian con ella. 
  3. Trabajan como colectivo, olvidando los problemas individuales de los afiliados en cada centro de trabajo.
  4. No representan a todas las ideologías. ¿Un trabajador de centro o derechas no tiene representación sindical?
  5. Están vinculados a partidos políticos. El sindicalismo debería ser apolítico.
  6. No han establecido mecanismos de control para prevenir posibles casos de corrupción.
  7. Critican pero no hacen propuestas constructivas para la mejora en la organización de la empresa.
El sindicalismo, como cualquier elemento que forma parte de la gestión de personas, debe actualizarse para ser atractivo y percibido como útil para los afiliados. Por otro lado, los trabajadores no deberíamos olvidar la historia para saber valorar el papel que el sindicalismo ha desarrollado en las relaciones laborales de este país. Todavía falta mucho para que algunos entiendan que no hay patrón sin obreros ni obreros sin patrón.

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