Candidatos: mucha cantidad y poca calidad

Durante los últimos años las portadas de los periódicos son prácticamente idénticas. Las noticias económicas y laborales son desesperantes, colaborando al pesimismo colectivo, a la disminución del consumo y empeorando la situación económica. De todas formas, hay que aceptar que el pesimismo "vende" y eso es lo que quieren todos los diarios.

Desde el punto de vista colectivo, en un país en el que hace pocos años era fácil dejar de estudiar para empezar a trabajar cobrando sueldos desorbitados, nos hemos gastado el dinero de los contribuyentes en "genialidades" como el Plan E o el cheque bebé. Todo eso ya pasó y poco se puede hacer para remediarlo. Lo preocupante es que todos aquellos chavales que dejaron de estudiar de forma precoz para incorporarse al mercado laboral, ahora se encuentran junto a otros colectivos en el grupo de parados poco empleables.

Es cierto que el paro en España se encuentra a unos niveles muy preocupantes pero ¿cuántos buenos profesionales conocen que estén en paro? No hablo de buenos trabajadores o buenas personas, sino de gente que tiene formación y experiencia (profesionalidad). Posiblemente muy pocos o ninguno. Las empresas buscan personas que les aporten valor. Cuando hablamos de formación no nos referimos necesariamente a estudios universitarios. En ocasiones, un simple curso básico de ofimática puede hacer que sigamos adelante en un proceso de selección o nos quedemos fuera. Hablar de valor también puede sonar algo metafísico e inalcanzable pero en realidad se trata en especializarnos en algo que nos haga realmente buenos, como mínimo, en algunas de las tareas. No se trata de estar abierto a trabajar de cualquier cosa porque todo me va bien sino que, aunque puede que acepte cualquier cosa por la necesidad económica, prefiero trabajar en esto porque se que soy bueno/a en ese trabajo.


Varias veces he escuchado que, como seleccionador de personal, puedes enseñar a un conejo a subir a un árbol, pero es más fácil contratar a una liebre. Hubo una época en que, normalmente, era el trabajador el que seleccionaba la empresa en la que trabajar. Hoy, esa situación se ha invertido y es el empleado el que debe esforzarse en que su trabajo sea atractivo para el empleador.

Tanto si tenemos trabajo como si no, es importante que el empleado se preocupe por su nivel de empleabilidad porque si es muy bajo, puede acabar siendo reemplazado por otro profesional más competitivo. La acomodación puede llevarnos a situaciones muy peligrosas. Nuestra actitud debe ser proactiva y no podemos esperarnos a ser despedidos para preocuparnos por mejorar el valor de nuestro trabajo.

Por último, el reclutamiento de profesionales también se ve condicionado por la baja empleabilidad que tienen los parados de este país: sus clientes les exigen más porque saben que disponen de más candidatos, pero el problema actual no es la cantidad, sino la calidad.

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