Nos gusta el poder, ¿y qué?

El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido "estudio psicológico" acerca de la influencia de un ambiente extremo (vida en prisión) en las conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que desarrollaban (cautivo, guardia). Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos y se canceló en la primera semana.


Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios en los diarios. De los 70 que respondieron al anuncio, Zimbardo y su equipo seleccionaron a los 24 que estimaron más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran predominantemente blancos, jóvenes y de clase media. Todos eran estudiantes universitarios. El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”. 

El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron—y aceptaron— un tratamiento sádico y humillante a manos de los guardias, y al final muchos mostraban graves trastornos emocionales.

Son muchas las críticas que podemos hacer del experimento aunque la principal es su falta de ética. Sin embargo demuestra que muchas veces actuamos condicionados por el contexto que nos rodea.

El departamento de RRHH transmite una imagen de poder: somos los que damos cuentas. Da igual que gestionemos mil cosas diferentes cada día porque la gente no las conoce. Ellos saben que damos cuentas. Además, nos movemos cerca de la dirección, el poder máximo de cualquier organización. Esto provoca respeto y supone una barrera entre el trabajador y nuestro departamento. Todos hemos vivido la experiencia del trabajador que cambia completamente su tono cuando entra en el despacho del jefe de personal. Romper esa barrera debe ser el objetivo.

Conozco a algún seleccionador que siempre intenta tener su silla más alta que la del candidato "para marcar distancias". Puede ser goloso dejarse llevar por esa sensación de poder: en el comedor de empresa nos atienden con más mimo que a los demás, pertenecemos a ese selecto grupo de personas que son tratados de usted, el vigilante de seguridad cuida nuestro coche mucho mejor que cualquier otro, etc. ¿Qué tiene de malo reconocer que eso es así? Identificar un riesgo es la mejor manera de evitarlo. Sabiendo que el poder es atractivo pero peligroso podremos controlarlo. Si abusamos de él, nos estaremos alejando de nuestro verdadero objetivo: trabajar con personas. Trabajar en RRHH no nos hace ni mejores ni peores personas que al resto de la organización. Todos lo sabemos y nos parece evidente, pero es bueno que lo recordemos de vez en cuando.

Comentarios

  1. Un articulo interesante, Juanma.
    No conocia el experimento de la cárcel de Stanford y verdaderamente me parece atroz, así como tantos experimentos psicologicos que se hicieron por aquella epoca.

    Y en cuanto a la segunda parte de la entrada, creo que tienes toda la razón.
    Trabajar en RRHH es trabajar con personas y todos somos esas personas es una interacción continua, una relación personal. Por ello, es tan importante que la persona de RRHH sepa atender a las personas que gestiona y sepa sobretodo escucharlas.
    Y es vergonzoso, y totalmente cierto, que algunas de las personas que trabajan en estos dpto aprovechan el respeto que se les tiene, por su posición en el organigrama, para hacer un abuso de poder y creerse superior.

    Seguimos leyendonos, un saludo

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